Han pasado un par de meses desde que se fue y 7 u 8 desde que llegó, pero sin duda su paso por mi vida no me ha dejado en absoluto indiferente. Recorre el mundo cual hidalgo manchego con nobleza y virilidad consiguiendo algo que muchos persiguen sin éxito durante toda su vida, ocupar un lugar eterno en los corazones de la gente.

Su historia es una historia de casualidades, pero sobretodo una historia bonita. Era una mañana de domingo en el Parque Natural de Cornalvo, sol mucho sol, tranquilidad, infinita tranquilidad. Apenas pasaban coches por el lugar y decenas de caballos corrían libremente por los largos terrenos de la zona.
De uno de los caminos de arena que se adentran en la maleza sale un vehículo con evidente prisa y detrás, con cara de incredulidad y tristeza, un pequeño podenco. Sin tiempo de anotar la matrícula detuvimos el vehículo después de que mi novia casi se tirara en marcha para cogerlo. Lo agarro entre sus brazos y merodeamos por el lugar en busca de un posible hogar que no encontramos, pues los dos sabíamos que ese hogar se había marchado a cuatro ruedas.
Nos negamos a enviarlo derecho a una ejecución segura y como un integrante más del viaje lo subimos al vehículo parar recorrer el camino hacia La Mancha no sin antes parar en un restaurante de comida rápida dónde se atrevió a comer unas pocas patatas fritas. Apenas dio ruido durante el viaje, que lo paso en su gran parte durmiendo, tan sólo una vez, sus tripas le jugaron una mala pasada.
Al llegar a la finca dónde le esperaban las que serían sus tres hermanas, no tardo mucho en adaptarse y jugar con ellas. Daba gusto verlo correr por todos lados persiguiendo a la gata, a sus hermanas o incluso a las mariposas y moscas. Se asustaba de prácticamente cualquier ruido y pasaba la mayor parte del tiempo panza arriba buscando el arrumaco y las caricias. Jamás ladraba, jamás un mal gesto, siempre agradecido.

Recuerdo como si fuera ayer el último día que lo vi, el lo sabía, y yo, quizás también, llevaba tiempo pensando que se iría, no era como sus hermanas, el era distinto, estaba llamado a hacer grandes cosas, a viajar por el mundo y dejar una marca en todos aquellos lugares por donde pasaba. Como egoísta que soy, tenía la esperanza de que esa felicidad solo fuera para nosotros y se quedara para siempre, pero no fue así.
Un día, llegue y no estaba, y a diferencia del resto que se empeñaba en poner carteles y buscarlo por todos los lugares habidos y por haber, sabía perfectamente que no volvería, el lo había decidido, el lo había querido y así tenía que ser. Se espero a que volviese de vacaciones para despedirse y se lo agradeceré eternamente. El hizo lo que quizás nunca me atreví a hacer yo y por eso lo admiro, pasar por el mundo de un lugar a otro.
Se llamaba Luke, pero cada familia a la que alegre la vida, tendrá la suerte de bautizarlo de nuevo, tendrá la suerte de disfrutar de él. No sé si estará en A Coruña, en Portugal o 8 fincas después de la mía pero sé que está bien. Solo puedo desearle una cosa “Que la fuerza te acompañe Luke”.
Hay animales que llegan más al corazón que muchas personas.