Otro magnífico jueves de cine con el gran José Luis Vázquez. Como era de esperar no me ha defraudado y la película que ha seleccionado en este caso, es aunque extremadamente dura, una de las mejores que ha pasado delante de mí en los últimos meses. Antes de continuar leyendo este post, avisaros de que aunque intente evitarlo, hablaré sobre algún detalle de la película.

En esta ocasión y después de otras películas tan brillantes como La Cinta Blanca, Michael Haneke nos trae una historia centrada en la tercera edad, en el día a día de una pareja de ancianos que tienen que superar dificultades enormemente denigrantes.
Desde la primera escena Haneke tilda con su toque la cinta, mostrando una cámara inmóvil sobre la escena y siendo esta escena la que se mueve delante de ella, esto provoca una implicación del espectador todavía más profunda si cabe. De hecho, una de las tomas más interesantes de la película a mi entender, es aquella en la que durante unos minutos enfoca al público que asiste a una obra en el teatro como si lo grabase desde el propio escenario. Es curioso porque aunque aguanta la cámara mucho tiempo no se hace pesado ya que nos adentra en las reacciones de cada uno de los espectadores.
Del mismo modo, se recrea una y otra vez en escenas de la vida cotidiana de la pareja, mostrando así la dificultad en la realización de acciones que en nuestro día a día real apenas percibimos.

Como detalles concretos, sí que me han llamado la atención 3 especialmente. El primero ocurre cuando la mujer protagonista intenta ponerse las gafas reiteradamente, a pesar de sus problemas y como durante unos segundos busca combinar el impulso necesario de la mano y la colocación de la cabeza, para encajarla en el hueco de las gafas.
El segundo se produce cuando, el marido, estando acostado en la cama, no es capaz de conciliar el sueño ante el miedo a que su mujer deje de respirar. Su cara de tensión es simplemente tétrica y te transporta a una situación similar que arranca las lágrimas de los más sensibles, por supuesto refleja con creces el nombre de la película, Amor.
El último se produce al final de la cinta. El protagonista se encuentra cortando flores en el fregadero de la cocina y Haneke se regocija en cada una de esas flores que corta, haciendo palpable y admirables, hasta las venas de la mano del personaje, la delicadeza con que realiza la acción y el pensamiento completamente desorientado del mismo.

Sé que en los tiempos que corren, sobre todo para algunos, las películas de este tipo son todavía más difíciles de ver pero mi recomendación es clara, no la dejéis pasar.
Nota FilmAffinity: 8
(http://www.filmaffinity.com/es/user/rating/199169/768126.html)